Clos Mogador by PrivateCeller.com

Clos Mogador: Marque.
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Un descendiente de bodegueros franceses.

René Barbier, descendiente de una conocida dinastía de bodegueros de origen francés y establecidos también en el Penedès, fue uno de los pioneros de los nuevos tintos del Priorat y apostó con éxito por esta difícil comarca cuando otros la ignoraban. La bodega se fundó en 1989, pero ya hacía más tiempo que René había liderado, junto a otros bodegueros, la revolución en esta región para darle un nuevo impulso a los vinos del Priorat. Esta es una bodega familiar localizada entre viñas ecológicas que elabora vinos de alta calidad y expresión. Su viñedo recuerda un magnífico anfiteatro de llicorella donde puedes descubrir la pasión y el alma de unos vinos que revolucionaron el Priorat. Conoce una bodega pionera que se esfuerza en que sus vinos sean la fiel expresión del terruño del que provienen. Estos bodegueros pusieron en marcha un proyecto común que ha marcado el destino de la denominación. El viñedo de Clos Mogador es un inmenso anfiteatro de pizarra, bañado a sus pies por el Siurana, un río rico en historia y en leyendas moriscas. En la elaboración de sus vinos, destacan en Clos Mogador sus cuidados procesos de elaboración y crianza. El vino que elabora en sus propios viñedos se ha ganado el respeto en todo el mundo. Para ello ha debido realizar algunas inversiones, dotando a su bodega de una buena batería de barricas nuevas de roble francés Allier. Su vino estrella es el Clos Mogador, un reserva de garnacha, syrah y cabernet sauvignon. Hasta 1999, la norteamericana Daphne Glorian elaboró en Clos Mogador, junto a René Barbier, su Clos Erasmus, procedente de una de las más pequeñas fincas del Priorat, y convertido en 'vino de culto'. A partir del 2000 ya está en su propia bodega, que es la antigua de Álvaro Palacios.




Compromiso por la naturaleza.

Desde pequeño he sentido un vínculo emocional muy grande hacia la finca, pero hasta los 17 años no tomé la decisión de cuidarla. Cuando empecé, poco a poco me fui dando cuenta de que el método que se estaba utilizando no era el adecuado, se utilizaban productos no naturales y labras profundas, que provocaban varios efectos secundarios, dejando un suelo pobre y con escasa biodiversidad. Es en ese momento cuando entendí que para que hubiera un ambiente productivo, la finca tenía que actuar de manera libre. Aquí es cuando empieza un largo camino de observación y formación. Mi primera decisión fue dejar de utilizar por completo productos químicos y poco a poco fui cambiando la mirada, lo que era un desierto se fue convirtiendo en un pequeño oasis, favoreciendo la llegada de insectos, animales y microorganismos. Para sustituir los productos químicos me entusiasmaba la idea de sembrar plantas para cuidar plantas, para ello empezamos a hacer maceraciones de cola de caballo, ortiga, valeriana… lo que aportaba un equilibrio natural sin perjudicar ni dañar la naturaleza y su fauna. Aquí es donde las abejas empiezan a tener un papel muy importante en la finca, para ello tomé la decisión de poner colmenas y favorecer la polinización. Además mi equipo y yo siempre nos hemos sentido muy comprometidos con la naturaleza, por eso decidimos quitar la mecanización evitando así la compactación del suelo y la contaminación, favoreciendo un vínculo más fuerte con la tierra. Mi objetivo es encontrar un equilibrio entre el Priorat silvestre y el cultivo. Encontrar este equilibrio es una lucha de toda una vida. Pero después de muchos años empecé a ver las cosas de otra manera, y no solo yo, sino también las doce personas que están en el día a día a mi lado; sin su ayuda, nada de esto hubiera sido posible. Y es que poco a poco se puede construir un mundo mejor y más respetuoso con la naturaleza, porque al final las pequeñas acciones son las más grandes.

El terroir.
Soy un obseso de la expresión del terroir. La identificación de un vino es la foto de donde ha nacido. Un enólogo que no vive sus viñas se transforma, automáticamente, en el peor enemigo del espíritu de un gran vino. Personalmente vivo con mi viñedo y necesito su presencia. Los mimos necesarios, demasiado sol o no, si se encuentra bien o no, si huele de maravilla o no, si las hojas brillan, si los sarmientos están agradecidos, al final la uva te lo devuelve con creces. El primer potencial de calidad, la poda, vivir dentro de este ser y explotar exponencialmente lo mejor de él, y darle salud, esto es la poda. El entorno, la convivencia de especies adecuadas para su felicidad es la biodiversidad. Una viticultura alternada con olivos, árboles frutales como el melocotón de viña, cerezos, ciruelos, cualquier fruta de intereses complementarios. Hierbas aromáticas, vegetación que no sea depredador, todo para una floración de la viña la más enriquecida. Respecto a los insectos amigos como la abeja, de flor en flor, haciendo cada racimo un mundo de sabores y de olores. Allí está el potencial real para un gran vino. El enólogo degusta sus bayas esperando la máxima expresión. Decide la recogida de cada racimo de uva mimando hasta el último detalle, respetando todos los gustos y aromas con sensibilidad y metodología. Una fermentación respetuosa con levaduras autóctonas y maceraciones atentas al recuerdo de todo su pasado y descubar en el preciso momento del espíritu de la foto instantánea, transmitir y compartir algo del sitio de donde nació.
Evidentemente la referencia del terroir en el vino debe expresarse con claridad. Es fácil hablar de variedades adaptadas a una geología y a un clima pero intervienen multitud de complementos. Actuar en este escenario es sublime. Un enólogo vinificando con cariño encontrará con el tiempo las diferencias a su favor. El ejemplo que me gusta, las garnachas. ¿En que se parecen una garnacha de Chateauneuf du Pape, del Priorat y de Rioja?. La variedad es la misma y el resultado muy diferente.
La adecuación de las diferencias será nuestra mejor recompensa. Cuando las consecuencias del terroir hacen de las variedades factores que enriquecen el estilo., entonces una puerta se abre entre el viticultor enólogo, la harmonía de la naturaleza y el placer de compartir el éxtasis de un gran vino.




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